Para eso sirven los viajes. Para dejar en el aeropuerto el personaje ajado que representas cada día y crear otra máscara: una careta urdida con los rescoldos del loco que pudiste llegar a ser. Eres otro porque nadie te conoce y tú sólo te reconoces en tus sueños. En el liviano equipaje llevas apenas unas miradas, unas palabras que una vez te descarnaron el alma, y el rastro ya imborrable de una piel que llegaste a amar. Vas con todo eso y con tu libertad. Eres un cuadro en blanco que se pinta a sí mismo cada instante con los colores de la emoción, de la pasión, de la ternura.
(Redeyes)
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