lunes, 1 de febrero de 2010

LOS GOYAS DE MAYO

Francisco de Goya (1746-1828) es una de las figuras más impresionantes del arte universal. Y no solo por la repersusión de una obra que ha marcado toda la pintura del siglo XX, sino también por lo independiente y consecuente de su genio, entroncado como ningún otro en su época.

Luminoso y locuaz en su primera actividad plástica - eran los tiempos de los tapices y los retratos aristocráticos-, plasmó posteriormente con patetismo la invasión napoleónica de su país y se sumió en las sordas sombras de la muerte en su madurez. Su vida estuvo marcada por un mes y un año: mayo de 1808.

Goya sufrió por partida doble la invasión francesa. Él era un hombre ilustrado, defensor de las ideas liberales de Napoleón. Al sur de los Pirineos, el absolutismo monárquico perseguía las reformas itelectuales y políticas que habían prendido en el resto del continente. ¿Qué hacer entonces? Sus compatriotas morían en la calle rematados por los sables liberales.


Goya fue mucho más allá de la descripción del odio entre unos y otros. Su temperamento, poco sociable y su insaciable curiosidad penetraron en el subconsciente de dos sociedades en guerra. En "El Dos de Mayo de 1808 en Madrid: la lucha con los mamelucos" (arriba) se representa el enfrentamiento entre los soldados egipcios de Napoleón y la masa anónima del pueblo madrileño. No hay aquí héroes, sino una ira ciega y amarga que descompone los rostros en expresiones convulsas. Las actitudes son crispadas y todo el cuadro se sumerge en na inaudita violencia.

Como en este lienzo, Goya muestra poca gloria y mucha angustia en otra obra maestra de aquellos días: "El Tres de Mayo de 1808".


Se trata ahora de subrayar el efecto embrutecedor de la guerra en el ser humano, y no su lado caballeresco. A fuerza de querer emanciparlo todo, hemos emancipado también la guerra. Antaño ocasión de sacrificio y de salvación para algunos, se ha convertido en condenación de todos. La ejecuación del cuadro es tan violenta como la misma escena representada. Aquí el pintor llega a las mismas puertas del expresionismo que marcaría todo el siglo posterior. Seres humanos, los asesinos y las víctimas, están envueltos en algo ajeno y muy superior a sus propias circunstancias. Sólo en otra obra, el "Guernica", de Pablo Picasso, el hombre ha llegado a profundizar tanto en sus propias miserias.


(Isaac G. Toribio)

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