viernes, 8 de enero de 2010

LIBREROS EN CRISIS


Las pequeñas librería están en crisis. Quién se lo iba a decir a mi amigo A., veinticinco años después de que se hiciera cargo de su puesto en la Cuesta Moyano de Madrid. A. es librero e hijo de librero. Por cosas de la vida es multimillonario. Colecciona coches de lujo, vive en una pequeña mansión en el centro de Madrid y tiene detalles como regalar un palacio (sí, UN PALACIO) a su esposa por Navidad. Pero A. es librero y cuando ejerce olvida sus coches y sus millones y se dedica a lo suyo: a vender libros. Libros exotéricos, de budismo y alguno que otro de actualidad.

Un día me fui con él a comprar libros. Era un piso antiguo. Se había muerto el patriarca de la familia y los herederos lo primero que hicieron fue desprenderse de los libros. A. dejó su Masseratti aparcado en Cuesta Moyano. Nos fuimos al piso en el Metro. Con sólo una ojeada a la biblioteca descubrió tres piezas valiosas. El resto se vendería a precio de saldo. Eran algo más de dos mil ejemplares y pagó por ellos, en mano, 600 euros.

Atamos los libros, de diez en diez, con cuerdas que llevaba en el bolsillo. Los bajamos y desde la calle llamó a una amiga para que le ayudara a llevar los pesados fardos de libros. Tenía que ahorrar al máximo para que la operación le fuera rentable. Yo no podía entender cómo un hombre con su capacidad económica se comportaba así. ¿Por qué no alquilaba una furgoneta y mandaba un par de chavales para un trabajo tan pesado?

---Mira, me dijo, yo soy librero. Y lo soy todos los días del año. De nueve a nueve. Ni quiero, ni sé hacer otra cosa. Por eso vivo así, como un librero, como lo que soy.

Ahora los libreros como A. están en crisis. Los tiempos cambian, pero ellos no, siguen siendo lo que siempre han querido ser: libreros. Ni más ni menos.

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